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lunes, 21 de marzo de 2016

TURISMO: INTEGRANDO AL MUNDO, HEILBRONN CIUDAD ALEMANA


TOMADO DE:

http://www.germany.travel/es/









La ciudad junto al río y una muchacha amada: Heilbronn

En Heilbronn las virtudes suabas se enlazan con la forma de vida francona, la diligencia y el sentido de la tradición se encuentran con la tolerancia y la alegría frente a un buen vaso de vino. Integrada en un paisaje suave y de amplios espacios, y rodeada de extensos viñedos, Heilbronn gusta por su hermosa situación junto al río Neckar, por sus hermosas vistas y sus edificios históricos.
TOMADO DE WIKIPEDIA:

COMENTARIO: SI ALGÚN LATINO CONOCE PERSONALMENTE ESTA CIUDAD, FAVOR AÑADIR COMENTARIOS...

sábado, 12 de marzo de 2016

SE INICIA LA CONVOCATORIA PARA PREMIO DE PERIODISMO GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Tomado de :http://www.rcnradio.com/nacional/se-inicia-la-convocatoria-para-premio-de-periodismo-gabriel-garcia-marquez/

Desde el 9 de marzo y hasta el 11 de mayo de 2016 estará abierta la convocatoria para el premio de periodismo Gabriel García Márquez a reporteros que trabajen y publiquen en español y portugués.
Serán 54 jurados, entre ellos, Elías López, director editorial de The New York Times en Español. Ellos, de manera rigurosa tendrán la Labor de encontrar los mejores trabajos periodísticos de Hispanoamérica.

“Me siento honrado de ser uno de los jurados; hace cuatro semanas lanzamos el periódico en la web y siento que vengo más de espía que de jurado, porque en otras ediciones queremos nosotros desde el The New York Times en español participar”, señaló López.
La Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (Fnpi), entidad encargada de la apertura de esta convocatoria busca reconocer la excelencia en el periodismo.
Jaime Abello, director del Fnpi, Invitó a todos los periodistas que “ejercen con las características de los valores esenciales del reportero” a inscribirse.
“Pueden participar todos los medios en las distintas categorías; queremos ser muy rigurosos en buscar esas historias que se cuentan a diario y que marcan la diferencia; inspirado en Gabriel García Márquez”, sostuvo.

Categorías de concurso
Texto: para el periodista o equipo autor del mejor trabajo de periodismo escrito, ya sea impreso o digital, en lengua española o portuguesa, que se destaque por la reportería, investigación y valor narrativo de la historia.
Imagen: para el periodista o equipo autor del mejor trabajo de fotografía, video o visualización de datos, que sobresalga por la eficacia informativa y estética en la utilización de imágenes como lenguaje esencial del relato sobre hechos con valor periodístico.
Cobertura: para el periodista o equipo que haya producido la mejor pieza o conjunto de piezas periodísticas con unidad de tema, tratamiento editorial e investigación, para reportar, explicar, hacer seguimiento e interactuar con la audiencia sobre un acontecimiento o proceso noticioso actual y de interés público, que preferiblemente se haya realizado dentro de un margen de inmediatez y sea reportado usando las mejores herramientas periodísticas disponibles.
Innovación: para el periodista o equipo que haya diseñado y puesto en práctica la iniciativa que merezca ser resaltada como la más valiosa contribución a una mejor práctica periodística, por el desarrollo de nuevos tipos de medios, contenidos, lenguajes, herramientas de visualización de datos y otros servicios, plataformas o aplicaciones, así como modelos de participación y relación con la audiencia.
Reconocimientos especiales...
Mayor información:

AL OÍDO DEL PERIODISTA: "EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO" GGM

Retomando el tema sobre EL PERIODISMO, podemos apreciar en el siguiente artículo una visión completa sobre el PERIODISMO Tomado de Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI–   

http://especialgabo.fnpi.org/las-ideas-de-gabo/el-mejor-oficio-del-mundo/

El mejor oficio del mundo

Palabras pronunciadas por el periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y presidente de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI–, ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Angeles, U.S.A., octubre 7 de 1996.
A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.
Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.
El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años –siendo el peor estudiante de derecho– empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.
La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo… como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.
La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.
Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.
La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.
Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.
No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología.
Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.
Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.
Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma –sobre todo si es oficial– y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.
Aún a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarle a los colegas jóvenes que el casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite –como un loro digital– pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente.
La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.
Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.
El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.
Un grupo de periodistas independientes estamos tratando de hacerlo para toda la América Latina desde Cartagena de Indias, con un sistema de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nombre nada modesto de Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad específica –reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, y tantas otras– bajo la dirección de un veterano del oficio.
En respuesta a una convocatoria pública de la Fundación, los candidatos son propuestos por el medio en que trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos mismos consideren sus mejores y sus peores obras.
La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado –que escasas veces puede ser de más de una semana–, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve.
Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señaló muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomás Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnífico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Ángel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea.
Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía.
Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo.
Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.

PERIODISMO Y LITERATURA: UNA VISIÓN DESDE LA MIRADA DE MARIO VARGAS LLOSA

APARTES DE LA ENTREVISTA DE MARIO VARGAS LLOSA, CONCEDIDA A ANTONIO CAÑO,director de El País. Y PUBLICADA A TRAVÉS DE NOTICIAS DE LA RAE (REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA) FECHA: 25.4.2015 (Debate sobre periodismo y literatura en el FIE2015)


«Esta tarde vamos a hablar de la relación entre el periodismo y el lenguaje». Con estas palabras Antonio Caño, director del diario El País, ha presentado a los asistentes que llenaban la pasarela Miguel de Cervantes de IFEMA el tema principal de la entrevista que ha mantenido con el escritor y académico Mario Vargas Llosa en una de las sesiones de hoy del Foro Internacional del Español (FIE2015), que se clausura mañana.
Lo primero que ha abordado el premio nobel de literatura ha sido su temprana relación con la profesión periodística: «Empecé haciendo periodismo muy joven, con quince años, en el colegio. Andaba, como muchos jóvenes, con una vocación literaria viendo qué carrera alimenticia podía seguir, y, en algún momento, pensé que el periodismo podía ser esa carrera complementaria a la vocación literaria».
Fue, ha continuado Vargas Llosa, «una experiencia fascinante, porque me dio unas imágenes y unos recuerdos que, después, fueron materia prima de una de mis novelas. Desde entonces, he seguido ligado al periodismo, pasando por distintos medios y por casi todas las secciones de un periódico. Ha sido, en efecto, una actividad paralela a mi trabajo de escritor».

PERIODISMO Y LITERATURA
A continuación, Vargas Llosa y Caño han hablado sobre el tipo de lenguaje utilizado en el periodismo y en la literatura. El escritor hispanoperuano ha remarcado la «gran diferencia» existente entre ambas actividades. «El periodismo exige un lenguaje que llegue directamente al lector, que no suponga una barrera entre este y el escritor, mientras que en la literatura, en muchas ocasiones, es el lenguaje el que crea la historia». De este depende, ha añadido Vargas Llosa, que «esa historia esté viva o muerta, que sea intensa o no». Son dos maneras diferentes de utilizar el lenguaje, resumidas «en que el lenguaje periodístico es un medio en tanto que el literario es, al mismo tiempo, un medio y un fin en sí mismo».
Antonio Caño ha añadido, al respecto, que «en ocasiones, el periodismo y la literatura se estorban», aunque «hay casos en que el periodismo ha sido una gran escuela para futuros escritores, como con Ernest Hemingway».
El siguiente asunto propuesto a Vargas Llosa por Antonio Caño ha sido si el periodismo actual está mejor o peor escrito que el de antes. El premio nobel de literatura ha observado, primeramente, que «en ciertas épocas periodismo y literatura se confundían». Ha recordado su interés por «el Quijote gracias a La ruta de don Quijote, un reportaje de Azorín que es, a la vez, un reportaje maravilloso y una obra literaria preciosa por su elegancia y lo bien que están escritas esas crónicas». Esa generación de Azorín, además, contaba «con grandes escritores que eran, a la vez, grandes periodistas».

REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
Entre las consecuencias visibles de la última revolución tecnológica, Vargas Llosa ha destacado dos: «La abundancia y diversidad de la información es tal que se ha perdido la jerarquización de las noticias. Además, la vulgarización y la falta de objetividad permiten la manipulación de la información». No obstante, gracias a esta revolución, hay una interconexión entre todo el mundo que «ha permitido consolidar un idioma que hablamos quinientos millones de personas. Este fenómeno [la expansión del castellano] nadie lo creó, planificó ni fomentó: es espontáneo. El español, con su gran divulgación, nos ha servido para acercarnos a otras sociedades semejantes con las que compartimos ese denominador común, lo que es un privilegio; de ahí que no haya que poner trabas a la lengua».
El gran éxito de la revolución tecnológica, ha continuado Vargas Llosa, es que «la información no se puede controlar por el poder político». La cultura en general está, además, al alcance de todos. Sin embargo, ha advertido el académico de la RAE, «si esa cultura democrática está tan condicionada por la tecnología hasta el punto de exigir la superficialidad y la banalidad, esa es una cultura deformada, que puede manipular al ciudadano, privándole de su espíritu crítico». 

FUTURO DEL PERIODISMO
Por último, Antonio Caño ha planteado a Mario Vargas Llosa si existe la posibilidad de que desaparezcan tanto los periódicos impresos como los libros en papel. El escritor hispanoperuano ha asegurado que «puede que se reduzca tanto el público lector que los libros sean marginales. Para los periódicos es, todavía, más grave, porque es más rápido». Si ese proceso no se detiene ,«el resultado es trágico para la cultura de la libertad. Soy temeroso de que la cultura de la pantalla sea solo de entretenimiento. La tecnología tiene cosas muy positivas, pero las imágenes no producen el mismo efecto que el mecanismo de transformar las palabras en imágenes».
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jueves, 10 de marzo de 2016

NOTICIAS SOBRE LITERATURA EN LA "RAE" INFORMA


TOMADO DEL BLOG DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA,

NOTICIAS SOBRE LITERATURA


http://www.raeinforma.com/blogs



Las «Cinco esquinas», de Mario Vargas Llosa


Ayer se presentó en Madrid la última novela del escritor y académico Mario Vargas Llosa, «Cinco esquinas», que saldrá a la venta mañana. Esta publicación coincide con el 80.º aniversario del nacimiento del premio nobel de literatura, el próximo día 28.

ENTREVISTA COMPLETA EN EL BOLOG DE LA RAE, CUYO VÍNCULO ESTÁ EN LA PARTE SUPERIOR IZQUIERDA DE LA PÁG.

SOBRE LA TAN MAL USADA PALABRA "PAÑALITIS"



Al consultar el diccionario de la REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, la palabra pañalitis, no ha sido aceptada por ésta. Y ello tiene lógica, porque el sufijo ITIS, indica una inflamación, y un pañal está exento de sufrir una inflamación. Esta palabra se ha extendido mucho, a través de los medios de Comunicación, por las propagandas de productos contra inflamación o irritación de la piel en los niños por el mal uso de pañales,(exponer mucho tiempo a un bebé sin el cambio de pañal en su momento oportuno, materiales que producen alergia a la piel del bebé y otros...) utilizan este término para resaltar tal o cual marca de pañal o tal producto... Antes de correr a utilizar tal o cual término, debemos tomarnos el trabajo de consultar los DICCIONARIOS DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, quien es la directriz en cuanto a términos y voces, como acepciones aprobadas por las Academias de la Lengua regionales en distintos países que dependen de ésta, y luego avaladas por LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, cuya sede está en ESPAÑA.

Para consultarla a través de INTERNET, visite la página: www.rae.es.com