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viernes, 9 de diciembre de 2011

SOBRE PINTURA-MANZUR









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TOMADO DEL ESPECTADOR- 9/12/2011




Exposición en el Museo de Arte Moderno de Bogotá
"No se acabó la pintura en caballete"

Por: Liliana López Sorzano
El artista David Manzur presenta un recorrido por la última década de su trabajo, a la que le dio el título de 'Ciudades oxidadas'.



“Con el tiempo uno deja de pensar que es un genio, con el tiempo uno empieza a agachar la cabeza, con el tiempo uno piensa que no termina nada, con el tiempo uno piensa que no puede prometer nada, con el tiempo uno piensa que lo que tiene en la cabeza es mejor que lo que hace, con el tiempo uno piensa que nunca llegará a hacer esa obra que sueña hacer”, sentencia David Manzur al preguntarle qué pasa con su arte y el paso de los años.

A los 82 años, el maestro se encuentra vital, lúcido, divertido, más activo que nunca y feliz de haber reunido todas las obras que los coleccionistas prestaron para mostrar una década de su trabajo bajo el nombre de Ciudades oxidadas, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Cuadros de gran formato compenen la muestra. Sus figuras emblemáticas están ahí, la alusión a Velázquez, las ruedas, las moscas, los caballos, los caballeros en armaduras, la repetición de la historia del arte en miniatura. Son como elementos de escritorio que siempre están ahí, al alcance de su mano. Un guerrero, por ejemplo, empuña su lanza contra una mosca en el piso. “ Las moscas adquieren un sentido cinético en mi obra. Solía pintar debajo de dos reflectores y una mosca se posaba ahí, lo que me permitía copiarla sin que se volara. Me la aprendí de memoria. Es un elemento temático, pero viene con una connotación anímica. Es lo único que no se puede espantar, es una parte divertida, de humor”, afirma.

La paleta cromática de estas últimas obras están pintadas con rojo, ocres, amarillos tenues y grises reflejando texturas oxidadas. Esa gama fue la inspiraron de los últimos viajes que ha realizado a India, Nepal, Antártida y Venecia, esa ciudad que siempre lo ha inquietado, “la ciudad más bella del mundo”, confiesa, donde el agua es bella, pero al mismo tiempo es un problema. Los cuerpos de los caballos, esta vez, tienen los cuellos desproporcionados, los gestos al revés y eso responde a una intención del artista de evitar la proporción en los aspectos formales del arte, pero siendo fiel a una forma plástica de interpretar las ideas. En sus múltiples periplos por el mundo, el deterioro urbano y el problema del medio ambiente lo tocaron y estas obras dan cuenta de esa inconformidad. En un lenguaje sutil, que no es denuncia sino testigo, plasma sus ciudades oxidadas, que de alguna manera también desdibujan lo que de niño le tocó vivir. Se crió en España, siempre con la guerra, y con el sentido de lo equivocado, del hambre. En el comedor del internado colegial, que lo sentía más como una cárcel que como una institución educativa, había cuadros del siglo XVII que lo marcaron, dejando un recuerdo que se distorsiona y que se refleja en los cuadros de ahora.

Sentarse con Manzur es recibir una clase de historia del arte. La época escolástica española fue clave como inspiración de su arte. “La pintura del siglo XVII no sólo es la más importante, sino la más decisiva, en la que la pintura llega a agotar el sentido de decir algo en términos literarios para empezar a decirlo solamente en términos plásticos. El gesto manual de una pincelada valía por encima de una interpretación de lo que el artista quería decir. Velázquez con el mugre de una paleta, la traduce en lamé de plata en una menina y eso es una maravilla. De ahí la diferencia entre la formalidad de un arte académico, donde todo no se puede, a la libertad del artista, a esa que le da el siglo XVII”, explica.

Ser pintor figurativo en pleno siglo XX, donde el mundo de las ideas y la expresión fuera del caballete se tomó el arte, puede resultar complicado para muchos. Pero para Manzur, una buena instalación puede ser la radiografía del mismo trasfondo que tiene el mejor pintor con símbolos y metáforas. “Ser buen pintor es difícil. No se acabó la pintura de caballete, lo que se acabó es el talento a pesar de que existan unos pintores figurativos para caer de rodillas”, y agrega: “Ningún artista termina en su época, generalmente otro artista retoma y va más allá”.

Manzur reflexiona sobre su lugar como artista consagrado y cómo ve el arte contemporáneo. “El problema con el arte joven es que rompe y ataca aquello que no conoce. Mirar al pasado es la mejor manera de proyectarse al futuro, porque uno corrige el pasado de alguna forma. Del presente hay que desconfiar, se parece mucho a la moda”.

Mambo. Calle 24 N° 6-00. Hasta el 15 de enero.

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Liliana López Sorzano | Elespectador.com

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