
Lo primero que aprendí a leer
fue el mundo
donde vivía. Recuerdo la casa
donde nací, en Recife (Brasil)
rodeada de árboles.
Los textos, las palabras, las
letras de aquel mundo se
encarnaban en el canto de los
pájaros, en el baile de las copas de
los árboles, en el sonido de las
aguas lluvias con las que
jugábamos a inventar islas, en el
silbido del viento,en el olor de las
flores...
También los colores del mango:
el mango verde, el mango amarillo
verdoso, el mango amarillo, el
mango de pintas negras (pasado de
maduro). De aquel mundo hacía
parte también el gato de la familia.
Su manera mañosa de enroscarse
en las piernas de la gente, su miau
de súplica o de rabia.
La lectura del mundo es anterior a
la lectura de la palabra escrita y ésta
también obtiene su sentido cuando al
leerla, la relaciono nuevamente con el
mundo.
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